Los bandidos capitalistas siempre hacen guerras “defensivas”, aun cuando Japón marche contra Shangai y Francia contra Siria o Marruecos. El proletariado revolucionario sólo distingue entre las guerras de opresión y las guerras de liberación. El carácter de una guerra no se define por las falsificaciones diplomáticas sino por la clase que conduce la guerra y los fines objetivos que persigue con ella. Las guerras de los estados imperialistas, más allá de sus pretextos y de su retórica política, son opresivas, reaccionarias y van contra el pueblo. Sólo se puede caracterizar como guerras de liberación a aquellas que libran el proletariado y las naciones oprimidas. [...] La Liga de las Naciones [predecesora de la ONU] es la ciudadela del pacifismo imperialista. Constituye un acuerdo histórico transitorio entre estados capitalistas en el que los más fuertes mandan y deciden sobre los más débiles, se arrastran frente a Norteamérica o tratan de resistirla, y en el que todos son igualmente enemigos de la Unión Soviética, pero están dispuestos a ocultar cada uno de los crímenes de los más poderosos y rapases entre ello. Sólo los que están políticamente ciegos, sólo los que están totalmente indefensos o los que corrompen deliberadamente la conciencia del pueblo, pueden considerar, directa o indirectamente, para hoy o para el futuro, a la Liga de las Naciones como un instrumento de paz. [...] La lucha por la autodeterminación de las naciones, por todos los pueblos, por todos los oprimidos y los que bregan por su independencia es uno de los aspectos más importantes de la lucha contra la guerra. Quien apoya directamente el sistema de la colonización y los protectorados, la dominación del capital británico en la India, del Japón en Corea o en Manchuria, de Francia en Indochina o en Africa; quien no combate la esclavitud colonial y no apoya las insurrecciones de las naciones oprimidas ni su independencia; quien defiende o idealiza el gandhismo, es decir la política de resistencia pasiva aplicada a problemas que sólo se pueden resolver por la fuerza de las armas, es, pese a sus buenas o malas intenciones, un lacayo, un apólogo, un agente de los imperialistas, de los esclavistas, de los militaristas y los ayuda a preparar nuevas guerras que persiguen viejos o nuevos objetivos. La principal fuerza contra la guerra es el proletariado. Sólo con su ejemplo y bajo su dirección los campesinos y otras capas populares de la nación pueden alzarse contra la guerra. .
--Trotsky, 'Declaración al Congreso Contra la Guerra de Amsterdam',
1932ko uztailak 2