< Poco después de ser encerrado en la fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo en 1851, Bakunin fue instado por un oficial de policía de alto rango a confesar sus crímenes ante el zar, como ante un “padre espiritual”. Sorprendentemente, Bakunin lo hizo:
“Mi confesión a vos, como mi soberano, consistirá en las siguientes palabras: ¡Señor! Soy enteramente culpable ante Vuestra Majestad Imperial y ante las leyes de la patria… Sí, Señor, debo confesarme ante vos, como un padre espiritual del que un hombre espera perdón, no aquí sino en el otro mundo; y ruego a Dios que Él me inspire palabras simples, sinceras, de corazón, sin artificios ni adulación, en una palabra, merecedoras de acceder al corazón de Vuestra Majestad Imperial” (La confesión de Mijaíl Bakunin)
Desde los decembristas de la década de 1820 y los populistas de la década de 1870 hasta los bolcheviques, los mencheviques y los socialrevolucionarios de principios del siglo XX, miles de revolucionarios rusos enfrentaron la ejecución, la cárcel y los trabajos forzados en Siberia. Y sin embargo, con la sola excepción de Bakunin, ningún revolucionario prominente dirigió jamás una vil apelación personal al zar.
Pero sería incorrecto considerar la confesión de Bakunin como un repudio a sus posiciones o incluso como una maniobra hipócrita para asegurar su libertad o la conmutación de su sentencia al exilio a Siberia. El tema central de su extenso documento es tratar de ganar a Nicolás I a su causa del paneslavismo revolucionario. En particular, Bakunin apela al sentimiento antialemán supuestamente compartido por todos los verdaderos eslavos.
“El odio a los alemanes es la base primaria de la unidad eslava y el entendimiento mutuo entre los eslavos. Es tan fuerte, tan profundamente arraigado en el corazón de cada eslavo, que incluso ahora, Señor, estoy convencido que tarde o temprano, de una u otra forma, sin importar como se definan las relaciones políticas en Europa, los eslavos se sacudirán el yugo alemán, y habrá un tiempo en el que ya no haya eslavos prusianos, ni austriacos, ni turcos… "
“Vos, Señor, sabéis cuan profundas y poderosas son las simpatías de los eslavos hacia el potente trono de Rusia, en cuyo apoyo y asistencia han confiado, ¡y hasta qué punto los austriacos y alemanes en general han temido y temen al Paneslavismo Ruso!”
(…)
Y, de hecho, una década después de haber escrito su “Confesión”, habiendo escapado de Rusia para instalarse sano y salvo en Londres, ¡Bakunin volvió a apelar al zar para que dirigiera el movimiento de liberación nacional! En un folleto de 1862, “La causa del pueblo: Romanov, Pugachev o Pestel”, declaraba:
“Seguiríamos de la manera más alegre a Romanov, si Romanov pudiera transformarse, y fuera a hacerlo, de un Emperador de san Petersburgo en un Zar Nacional…Lo seguiríamos porque SÓLO él podría llevar a cabo y completar una revolución grandiosa y pacífica sin derramar una sola gota de sangre”
(…)
En una carta de 1862 a su cuñada, escribió: “Me ocupa sólo la cuestión polaca, rusa y paneslava, y predico, sistemáticamente y con ferviente convicción, odio a los alemanes” (citado en E.H. Carr, Michael Bakunin [1937]). >
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